La asesina, tras su detención en 1959, ocupó la portada de El Caso |
Doña Adela |
No
muy agraciada físicamente, de poco más de metro y medio de estatura,
introvertida, de gesto y mirada extraña, no duraba mucho en los hogares. Llegó
a cambiar de trabajo tres veces en un año. Se
fue haciendo mujer en medio del rechazo de los hombres, aunque confiaba en
conseguir uno para toda la vida. Pasaba las tardes de los jueves y los
domingos, sus ratos libres, sentada en la sala El Farol, pero casi nadie se le
acercaba para sacarla a bailar. Pese a ello iba preparando su ajuar con la
ilusión de que un día pasaría por el altar. Los
contactos que había hecho en el mercado le sirvieron para encontrar rápidamente
una nueva colocación. Entró a trabajar en casa de la familia Alpere-Greus. No
había transcurrido mucho tiempo en su nuevo empleo cuando a la señora le
empezaron a salir unas manchas extrañas, sobre todo en los brazos. Aunque el
médico diagnosticó alergia, Pilar decidió poner tierra por medio. Uno de los
síntomas de envenenamiento por arsénico es la pigmentación negruzca de la piel
en zonas descubiertas. Prefirió
evitar problemas. Otras fuentes dicen, que la señora pensó que Pilar le estaba
pegando alguna enfermedad y la despidió,
y eso fue lo que le salvo la vida. Pronto
encontró otra casa donde servir.
Una
amiga que había hecho en El Farol, Aurelia Sanz, la recomendó para que
trabajara en el hogar de Manuel Berenguer Terraza, médico militar, y Carmen Cid
Dumas, en el que ella estaba de cocinera. Un
día surgió un problema entre las dos en la sala de baile. Un joven que le
gustaba a Pilar sacó a bailar a la otra. Disimuló su enfado y al poco su
compañera caía enferma. Al igual que en el caso de Adela, la atendió dándole
bebedizos. Los síntomas fueron parecidos. Tuvo que ser ingresada en el hospital
a causa de una parálisis generalizada en brazos y piernas. Internada en un
centro médico le salvaron la vida, pero quedó imposibilitada con atrofia de
manos y pies. Mes
y medio después era la esposa la que empezaba a mostrar señales de corte
similar. Vómitos, diarreas, hinchazón y dolores en las extremidades. El marido
consultó con un compañero suyo, catedrático de Medicina Legal, y decidieron
realizar la prueba del Propatiol. Un inyectable que permite descubrir la
presencia de un tóxico sin necesidad de realizar análisis alguno. El resultado
fue definitivo: arsénico.
La portería donde Pilar fue detenida . |
El
militar despidió a Pilar sin levantar sospechas, con la excusa de que le era
suficiente con el servicio de la cocinera. De inmediato contactó con la casa
donde antes había servido para recabar informes. El chacinero le explicó la
extraña muerte de su esposa y el motivo por el que prescindió de su empleada
doméstica. De
inmediato el doctor Berenguer presentó denuncia en la comisaría y se procedió a
la exhumación del cadáver de la chacinera. Se encontraba en pleno proceso de
momificación, algo que sucede cuando en los restos hay presencia de alguna
sustancia química. El hígado y los riñones presentaban cambios degenerativos.
Los análisis confirmaron la causa: arsénico.Aunque
las pruebas se consideran circunstanciales, ya que Pilar confesó tras 36 horas
sin comer ni dormir, se halló entre sus pertenencias un frasco de un matahormigas
con base de arsénico que se sospechó fue el arma del crimen, cuando La policía
procedió al registro de la habitación en la casa en que se hospedaba la
sospechosa. Los agentes lo descubrieron entre la ropa de su ajuar, que guardaba
en un baúl, en una botellita. El matahormigas además de arsénico llevaba melaza;
sustancia ésta que le confería un sabor dulzón. En el envase figuraba una
calavera con dos tibias cruzadas y, debajo, la palabra veneno. No había lugar a
equivocación.
El matahormigas «Diluvión». |
Pese al consejo de su abogado, se declaró
inocente. Fue condenada a muerte por garrote vil. Pilar
no quiso declararse culpable, para obtener una condena que oscilaría entre los
12 y los 16 años. La acusada se negaba en redondo, proclamando vehemente su
inocencia. En
la celda permanecía muy seria, erguida y con la mirada fija en un punto
determinado. Así durante horas y horas. No se inmutó lo más mínimo cuando la
acusaron repetidas veces de ser la autora de los envenenamientos. Fue
considerada culpable de tres asesinatos, uno consumado y dos en grado de
frustración. Pena de muerte por el primero y 40 años en total por los otros
dos. Tras que el Tribunal Supremo confirmara la sentencia, como último recurso
se solicitó el indulto al jefe del Estado.
Garrote vil |
Por
la forma de actuar, la valenciana mostraba un egocentrismo afectivo dominado
por la envidia y los celos. Quería atraer el cariño de los demás, algo que
siempre había echado en falta. Por eso no dudaba en intentar quitarse de en
medio a quienes entorpecieran su propósito. Una psicópata de libro, dado que no
demostró remordimiento alguno por el daño causado.
“¡Soy
muy joven!, ¡no quiero que me maten!”, clamaba ella. Vuelta y media de manivela
fue suficiente para romperle el cuello y acallar definitivamente sus gritos
desesperados. Con 31 años fue la última mujer ejecutada en España.
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