jueves, 4 de junio de 2020

El caso de Pilar Prades, la envenenadora de Valencia, que enseñó que las mujeres matamos mejor 1954

                                                                                 
La asesina, tras su detención en 1959, ocupó la portada de El Caso
Pilar Pradas Expósito, nació en una familia humilde de Bejís, Castellón en 1928, este es un caso que hubiese pasado desapercibido de no ser la última mujer ejecutada en España, condenada al garrote vil por asesinar a una esposa que quería sustituir e intentarlo con otras dos.
Con 12 años se traslada a Valencia para servir. Analfabeta y con carácter introvertido, cambia varias veces de casa hasta que en 1954 entra a trabajar para el matrimonio de Enrique Vilanova y Adela Pascual, que regentan una chacinería en la calle Sagunto de Valencia. A partir de aquel día Pilar se dedicó de lleno a la tocinería sin abandonar las tareas de la casa. Sobre todo de cuidar a la enferma, a la que le servía las habituales infusiones de boldo y otras tisanas que le preparaba. El médico de cabecera no acertaba a encontrar el origen de las dolencias. Al poco la mujer fallecía en Mayo de 1955. El mismo día del entierro la criada le dijo al viudo que no era necesario cerrar el negocio, dado que ella se encargaría de seguir despachando. Cuando regresó del cementerio se la encontró toda sonriente y luciendo uno de los delantales almidonados de la difunta. Decidió echarla de inmediato por tal falta de respeto. 
Doña Adela 
No muy agraciada físicamente, de poco más de metro y medio de estatura, introvertida, de gesto y mirada extraña, no duraba mucho en los hogares. Llegó a cambiar de trabajo tres veces en un año. Se fue haciendo mujer en medio del rechazo de los hombres, aunque confiaba en conseguir uno para toda la vida. Pasaba las tardes de los jueves y los domingos, sus ratos libres, sentada en la sala El Farol, pero casi nadie se le acercaba para sacarla a bailar. Pese a ello iba preparando su ajuar con la ilusión de que un día pasaría por el altar.  Los contactos que había hecho en el mercado le sirvieron para encontrar rápidamente una nueva colocación. Entró a trabajar en casa de la familia Alpere-Greus. No había transcurrido mucho tiempo en su nuevo empleo cuando a la señora le empezaron a salir unas manchas extrañas, sobre todo en los brazos. Aunque el médico diagnosticó alergia, Pilar decidió poner tierra por medio. Uno de los síntomas de envenenamiento por arsénico es la pigmentación negruzca de la piel en zonas descubiertas. Prefirió evitar problemas. Otras fuentes dicen, que la señora pensó que Pilar le estaba pegando alguna enfermedad  y la despidió, y eso fue lo que le salvo la vida. Pronto encontró otra casa donde servir.
Carmen y Aurelia, consiguieron salvarse

Una amiga que había hecho en El Farol, Aurelia Sanz, la recomendó para que trabajara en el hogar de Manuel Berenguer Terraza, médico militar, y Carmen Cid Dumas, en el que ella estaba de cocinera. Un día surgió un problema entre las dos en la sala de baile. Un joven que le gustaba a Pilar sacó a bailar a la otra. Disimuló su enfado y al poco su compañera caía enferma. Al igual que en el caso de Adela, la atendió dándole bebedizos. Los síntomas fueron parecidos. Tuvo que ser ingresada en el hospital a causa de una parálisis generalizada en brazos y piernas. Internada en un centro médico le salvaron la vida, pero quedó imposibilitada con atrofia de manos y pies. Mes y medio después era la esposa la que empezaba a mostrar señales de corte similar. Vómitos, diarreas, hinchazón y dolores en las extremidades. El marido consultó con un compañero suyo, catedrático de Medicina Legal, y decidieron realizar la prueba del Propatiol. Un inyectable que permite descubrir la presencia de un tóxico sin necesidad de realizar análisis alguno. El resultado fue definitivo: arsénico.
La portería donde Pilar fue detenida .
El militar despidió a Pilar sin levantar sospechas, con la excusa de que le era suficiente con el servicio de la cocinera. De inmediato contactó con la casa donde antes había servido para recabar informes. El chacinero le explicó la extraña muerte de su esposa y el motivo por el que prescindió de su empleada doméstica. De inmediato el doctor Berenguer presentó denuncia en la comisaría y se procedió a la exhumación del cadáver de la chacinera. Se encontraba en pleno proceso de momificación, algo que sucede cuando en los restos hay presencia de alguna sustancia química. El hígado y los riñones presentaban cambios degenerativos. Los análisis confirmaron la causa: arsénico.Aunque las pruebas se consideran circunstanciales, ya que Pilar confesó tras 36 horas sin comer ni dormir, se halló entre sus pertenencias un frasco de un matahormigas con base de arsénico que se sospechó fue el arma del crimen, cuando La policía procedió al registro de la habitación en la casa en que se hospedaba la sospechosa. Los agentes lo descubrieron entre la ropa de su ajuar, que guardaba en un baúl, en una botellita. El matahormigas además de arsénico llevaba melaza; sustancia ésta que le confería un sabor dulzón. En el envase figuraba una calavera con dos tibias cruzadas y, debajo, la palabra veneno. No había lugar a equivocación.
El matahormigas «Diluvión».

Pese al consejo de su abogado, se declaró inocente. Fue condenada a muerte por garrote vil. Pilar no quiso declararse culpable, para obtener una condena que oscilaría entre los 12 y los 16 años. La acusada se negaba en redondo, proclamando vehemente su inocencia. En la celda permanecía muy seria, erguida y con la mirada fija en un punto determinado. Así durante horas y horas. No se inmutó lo más mínimo cuando la acusaron repetidas veces de ser la autora de los envenenamientos. Fue considerada culpable de tres asesinatos, uno consumado y dos en grado de frustración. Pena de muerte por el primero y 40 años en total por los otros dos. Tras que el Tribunal Supremo confirmara la sentencia, como último recurso se solicitó el indulto al jefe del Estado.
Garrote vil
Existía la esperanza de conseguirlo porque hacía una década que no se ejecutaba a ninguna mujer en España. En dicho periodo de tiempo varias envenenadoras habían visto conmutada la pena capital. No hubo piedad pese a que en el Consejo de Ministros había jóvenes tecnócratas pertenecientes al Opus Dei como Alberto Ullastres y Mariano Navarro Rubio. El funcionario que accionó el torniquete se inició profesionalmente ajusticiando al Monchito. Dos meses más tarde de romper el cuello de Pilar acabaría con la vida de Jarabo y en 1974 con la de Salvador Puig Antich. Realizó 23 ejecuciones. El cineasta Luis García Berlanga se inspiró en él para su exitosa película El verdugo. La escena final de la cinta recrea cuando pone fin a la existencia de dicha envenenadora.

Por la forma de actuar, la valenciana mostraba un egocentrismo afectivo dominado por la envidia y los celos. Quería atraer el cariño de los demás, algo que siempre había echado en falta. Por eso no dudaba en intentar quitarse de en medio a quienes entorpecieran su propósito. Una psicópata de libro, dado que no demostró remordimiento alguno por el daño causado.
“¡Soy muy joven!, ¡no quiero que me maten!”, clamaba ella. Vuelta y media de manivela fue suficiente para romperle el cuello y acallar     definitivamente sus gritos desesperados. Con 31 años fue la última mujer ejecutada en España.




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