viernes, 28 de agosto de 2020

Asesinato de Helena Jubany 2002


Helena Jubany era una periodista, bibliotecaria y escritora mataronina, vinculada a la actividad cultural y social de la comarca. Había iniciado su carrera profesional haciendo prácticas en 
El Punt del Maresme, en la Televisión de Mataró y en la librería Robafaves de la capital del
 Maresme.​ Desde el año 2000, trabajaba como bibliotecaria en Sentmenat, donde se encargaba de la sección infantil. A raíz de este nuevo trabajo fue a vivir sola a un piso del barrio de la Creu Alta de Sabadell. Desde entonces, empezó a colaborar con la Sección Naturaleza de la Unión Excursionista de Sabadel. 
El 17 de septiembre de 2001, Helena encontró en el portal de su casa una botella de horchata y unos pastelitos con una nota escrita a mano.​ La nota decía:
Helena, sorpresa.
Pasábamos por aquí y hemos dicho:
A ver Helena que se explica.
Somos ???? (Te llamaremos)
“A comérselo todo”.
 El hecho que fuera horchata no es banal, pues era su bebida preferida; el autor de la nota debía saberlo.​ Helena no.lo comió ni bebió.
 Días después, el 9 de octubre encontró un nuevo obsequio en la puerta de su casa, esta vez, zumo de melocotón Granini, acompañado de una segunda nota manuscrita donde se indicaba que se tomara con buen humor la anécdota, que pronto se revelaría el misterio. La nota decía:
Helena, ante todo esperamos que te tomes esto con el mismo sentido del humor que nosotros.
A la tercera revelaremos el misterio. Muy seguro te echarás unas risas.
Nos gustaría mucho volver a coincidir en una excursión de la UES.
Ya lo hablaremos!
Ahora vamos a ver si encontramos un lugar bueno, bonito y barato en Sabadell para perfeccionar el inglés.
Ah! Buen provecho, no nos hagas un feo, eh?!
En la tercera ya nos invitarás tú, sin duda. Besos.”
Esta vez Jubany sí probó el zumo, pero al hacerlo se encontró indispuesta y no lo terminó. Intrigada, encargó un análisis en un laboratorio de Sabadell, donde se detectó que el zumo contenía benzodiazepina, un tipo de somnífero.
Helena Jubany salió de casa el viernes 30 de noviembre a las doce del mediodía, después de haber estado trabajando en el ordenador, y ya no se presentó en la biblioteca de Sentmenat, donde trabajaba. Según la investigación, aquel día habría recibido una llamada telefónica por la mañana, y a mediodía, habría salido de casa con el coche hasta la calle Calvet d'Estrella 48, de Sabadell. Allí, en el piso de dos conocidos suyos —Montse Careta, maestra, y Santi Laiglesia, abogado criminalista—, alguien la drogó, dejó inconsciente y secuestró. Una situación que se alargaría todo el sábado, según las investigaciones del sumario, elaborado por dos forenses que explican que pasan muchas horas hasta que el cuerpo elimina una sustancia como la benzodiazepina por la orina.
Posteriormente, aún con vida, la subieron hasta la azotea del mismo edificio, desde donde fue lanzada entre las tres y las cinco de la madrugada del día 2 de diciembre, con una dosis de somníferos 35 veces superior a la normal, pero no suficiente para causarle la muerte. Murió por defenestración e impacto contra el suelo, con 27 años. La autopsia confirmó que cuando fue lanzada, la víctima se encontraba en un estado de semi-coma.
El 12 de febrero de 2002 Montserrat Careta fue detenida como presunta autora del crimen. Fue enviada a prisión preventiva sin fianza en la prisión de Wad-Ras de Barcelona.​ En su piso se encontraron dos botes de Noctamid, un psicofàrmaco de efectos hipnóticos que contiene Benzodiapezina, la misma sustancia que se había encontrado en el cuerpo de la víctima. La Policía Nacional también localizó una caja de cerillas como las que se habían encontrado a la azotea y que, supuesta mente, habían servido para quemar Helena.​ Durante su estancia en prisión, Careta siempre defendió su inocencia a través de las cartas que enviaba a familiares y amigos.
Mientras Careta estaba en prisión, el juez encausó a Santiago Laiglesia y a Ana Echaguivel. El 23 de marzo se detuvo Echaguivel, entonces de 32 años y vecina de Sabadell, cuando una prueba de caligrafía determinó que era la autora de la primera mitad del segundo anónimo que Jubany había recibido las semanas previas a su muerte.

El 7 de mayo de 2002, Montserrat Careta fue encontrada muerta colgada en el lavabo de su celda en la prisión de Wad-Ras de Barcelona, según informó su abogado, Joaquim Escudé.​ Dejó una nota donde aseguró que era inocente del homicidio que se le atribuía.​ Tenía una cuerda de nilón ligada al cuello. Ana Echaguivel, también en prisión preventiva, fue puesta en libertad con cargos a los pocos días, el junio de 2002.

 El representante legal de la familia sostuvo que en ningún caso la joven sospechó que formaba parte del juego macabro que desembocaría en su muerte. Afirmó que Jubany había comentado que recibía anónimos pero que no estaba asustada, solo intrigada e interesada.
La investigación continuaba abierta, para determinar los hechos ocurridos entre las doce del mediodía del 30 de noviembre y las nueve de la mañana del 2 de diciembre, cuando fue encontrado el cadáver. También mencionó que Santi Laiglesia, que podría ser considerado coautor material del asesinato de la chica, no constaba en ninguno de las casi 1.000 hojas del sumario.​ El abogado de Laiglesia, Joaquim Escuder, declaró «Vete a saber si sabremos alguna vez lo qué pasó». 
La causa fue finalmente archivada el octubre del 2005, cuando el juez consideró que la “solidez de las pruebas” no era “suficiente” para sustentar la acusación, que también pesaba sobre el compañero sentimental de Careta, Santiago Laiglesia Pla, y sobre Ana Echaguivel.

martes, 4 de agosto de 2020

Joaquín Ferrándiz Ventura, Chimo, el asesino en serie de Castellón 1995

Todo empezó el 2 de julio de 1995, Sonia Rubio desapareció sin dejar ni rastro en Benicàssim.
Veinticinco años después, yo a penas contaba ocho, y para ni y la sociedad de Castellón parece que fue ayer la noche en la que la desaparición de la profesora Sonia Rubio abrió la etapa más negra de la historia reciente de la provincia con un protagonista marcado en la memoria colectiva de los castellonenses: Joaquín Ferrándiz Ventura, autor de cinco asesinatos de mujeres entre los años 1995 y 1996.
 La historia del asesino en serie de Castellón comenzó la madrugada del 2 de julio de 1995 cuando la joven Sonia Rubio, de 25 años, acababa de regresar de Inglaterra y se había ido con los amigos a disfrutar de la noche benicense. Nunca más volvió a su casa.
fue vista por ultima vez en la gran avenida de benicasim a las 4.40 de la madrugada.
La provincia se echó a la calle durante  cuatro meses que separaron la desaparición de Sonia del hallazgo del cadáver. Los carteles con el rostro de Sonia Rubio poblaron, no solo la provincia, sino el territorio nacional entero.
Ni una sola pista. Interrogatorios continuos a los amigos y conocidos que coincidieron esa noche de fiesta con Sonia, pero nada a lo que agarrarse.
Cuatro meses después su cadáver fue localizado por un conductor en la cuneta de un camino del entorno de Playetas de Orpesa. El cuerpo, con evidentes signos de violencia, fue encontrado con la ropa interior en la boca de la profesora y una cinta adhesiva de color marrón que sería clave en el desenlace final. La noticia de su asesinato en noviembre de 1995 fue en golpe para la familia y para toda la provincia. Pero la crónica negra no había hecho más que empezar.

 En febrero de 1996 un agricultor que buscaba espárragos encontró el cuerpo de una mujer en el camino Vora Riu de Vila-real, atada de pies y manos y estrangulada. Apenas dos días más tarde unos jóvenes que se acercaron a curiosear localizaron un nuevo cuerpo, también una mujer estrangulada con una malla roja alrededor del cuello. Y sin apenas tiempo de recuperarse de estas noticias, los agentes de la Guardia Civil, en el rastreo de la zona, encontraron un tercer cadáver, éste en avanzado estado de descomposición.
 Pasaron los meses y la conmoción sobrepasó cualquier límite al denunciarse la desaparición el 12 de septiembre de 1996 de la joven de 22 años Amelia Sandra García tras haber pasado la noche en los locales de ocio del polígono Los Cipreses de Castellón.
 Con todos estos casos caminando de forma paralela, los testimonios del entorno de las tres fallecidas de Vora Riu apuntaron en su momento a un camionero, Claudio Alba, al que acabaron deteniendo en enero de 1997 acusándole de tres muertes que nunca cometió y por lo que fue indemnizado.
 Un mes después de la detención del camionero, en febrero de 1997, un hombre encontró el cuerpo sin vida de Amelia Sandra García junto a una balsa de Onda y, como en los anteriores casos, golpeada, agredida sexualmente y estrangulada. Pero nunca hubo nadie en la investigación que relacionase todos los casos.
  El psicópata, durante los meses que estuvo detenido de manera errónea Claudio Alba no actuó.
Joaquín Ferrándiz, trabajador en una conocida empresa de seguros de la capital de la Plana, seguía sin aparecer entre los posibles autores. Joven educado, seductor, plenamente integrado en la sociedad y con activa vida social, no era sospechoso pese a que después se supo que ya había sido condenado por violación en 1989.fue acusado de asaltar y violar a una joven de 18 años, María José. Al parecer, y según su declaración, Ximo, como le conocían sus amigos, golpeó la moto en que viajaba ella y la hizo caer. Con la excusa de llevarla hasta el hospital, la subió al coche y él la ató y violó, no sin antes golpearla para que no ofreciera resistencia.
  
Fue detenido y condenado a 14 años de prisión. Su madre, firme creyente en su inocencia, acudió a la prensa para intentar que su hijo fuera liberado porque no había cometido el crimen.
De todas maneras, la buena conducta de Ximo le valió una reducción de condena y en 1995 salió a la calle, merced a la libertad condicional.

Entonces fue cuando comenzó su carrera como asesino.

A los tres meses de salir a la calle conoció a Sonia Rubio, una muchacha que frecuentaba el bar Comix, igual que su verdugo. Él se ofreció una noche a llevarla a casa y ella accedió. Se dirigieron a un lugar frecuentado por parejas, y allí comenzaron a juguetear, pero ella no quiso ir más allá.
Joaquín no supo aceptar esa negativa, y golpeó a la joven. La violó y después, la estranguló con su propia ropa interior.
 Mientras, Ximo se salvó de cualquier relación con el caso, y continuó haciendo su vida como si no hubiera pasado nada.
 Pero de repente, se dispararon todas las alarmas, ya que el cadáver de Sonia apareció en un barranco de Oropesa. Más tarde, se encontraron en una acequia de Vila-Real los de las tres prostitutas. La policía comenzó a atar cabos y a relacionar los cuatro asesinatos con un único criminal.

 En febrero de ese año fracasó en su intento de llevarse a una chica a la que había deshinchado las ruedas de su coche. La policía ya empezó a vigilarle. Todo se desencadenaría el verano de 1998 cuando intentó secuestrar a otra joven que pudo zafarse y denunciarlo ante la Comisaría. Fue su final.