viernes, 6 de marzo de 2020

Crimen de Alcácer en 1993




Hola aficionados y conspiranoicos, bienvenidos a mi canal, soy Bien_V y todos los Jueves a las 20 horas, de la península española, os narrare los casos más escalofriantes de crímenes e historias paranormales que conozco.

¿Y cómo no conocer el caso que más me habéis pedido?
Eran finales de 1992, yo tenía cinco años, seguramente aquel fue el año que le pedí a los reyes una muñeca más alta que yo que cantaba y bailaba con unos cascos inalámbricos. A pesar de mi corta edad recuerdo aquel crimen que conmociono a la sociedad española, las noticias, los programas, al igual que los anuncios de muñecas aquellas navidades. 
Las adolescentes desaparecieron la noche del viernes 13 de noviembre de 1992 cuando se dirigían haciendo autoestop a una discoteca de la vecina localidad de Picasent donde se celebraba una fiesta de su instituto.Sus nombres, Míriam, Toñi y Desirée, las niñas de Alcácer.
La Noche de la desaparición: Míriam García, de 14 años, María Deseada Hernández de la misma edad, y Antonia Gómez de 15 años, eran tres amigas del municipio valenciano de Alcácer. A las ocho de la tarde del viernes 13 de noviembre de 1992 salieron de casa de su amiga Esther, a quien acababan de visitar. Su intención era dirigirse a la discoteca Coolor, situada en las afueras del municipio anexo de Picasent, antes de su cierre a las diez. Previamente, Míriam había llamado a casa para ver si su padre las podía llevar, pero este había llegado del trabajo con fiebre y estaba en la cama. Esther, con gripe, decidió quedarse en casa.
Para llegar hasta la discoteca desde Alcácer había que recorrer una carretera que enlazaba los dos municipios, los cuales se encuentran separados entre sí unos dos kilómetros. El último tramo era oscuro y no había viviendas junto a la carretera. Aparentemente, aquella noche, las tres adolescentes decidieron desplazarse haciendo autoestop, pero desaparecieron antes de llegar a su destino.
La búsqueda de las niñas fue intensa desde el día siguiente a su desaparición y no estuvo exenta de incidentes. Ese mismo domingo, dos voluntarios de protección civil de 26 y 35 años que estaban participando en las labores de búsqueda por los barrancos de Picasent fueron arrollados por un todoterreno. El más joven murió en el acto, mientras que su compañero fue ingresado en el hospital con un traumatismo craneoencefálico y catorce fracturas en las piernas, de las que se consiguió recuperar con secuelas.
Aunque la ausencia de pistas era desalentadora, los investigadores recibieron numerosos testimonios de personas que creyeron haber visto a las niñas en diferentes puntos de España ese fin de semana.
En Picassent, un chico de Alcácer que regresaba de Coolor dijo haberlas visto mientras caminaban en dirección a la discoteca. Por último, una señora de Picasent manifestó haber visto desde el balcón de su casa cómo las tres niñas hacían autoestop debajo de su casa. La mujer aseguraba que un pequeño coche blanco, ocupado por cuatro personas, paró a la derecha de la calzada y vio cómo las tres niñas se subieron en él.
Las fuerzas de seguridad centraron sus primeras investigaciones en amigos de las menores, clientes habituales de la discoteca y sus dueños, llegando a la conclusión de que las adolescentes no habían llegado al local en ningún caso. También se indagó entre los reclusos de la prisión de Picasent puestos en libertad durante aquellos días.
El Ayuntamiento de Alcácer editó miles de carteles con datos de las pequeñas y los medios de comunicación se volcaron en la búsqueda de las muchachas. ​ Cientos de españoles aseguraron haber visto a las menores.
Desde el gobierno, el ministro del Interior, se interesó personalmente por el caso y se entrevistó con los padres de las jóvenes. Su Ministerio formó un equipo especial conjunto de la Guardia Civil y la Policía Nacional para colaborar en la búsqueda.​ El presidente del gobierno, Felipe González, recibió en Nochebuena a las tres familias y les transmitió su «preocupación como padre».​ 
 

La búsqueda se amplió fuera de España y se puso al corriente a los servicios de Interpol. El día en el que se hallaron los cuerpos sin vida de las tres chicas, el padre de Míriam, Fernando García, se encontraba en Londres con periodistas para promover allí su búsqueda.
El 27 de enero de 1993, setenta y cinco días después de su desaparición, dos apicultores encontraron los cadáveres semienterrados en una fosa en el barranco de la Romana, un paraje de difícil acceso próximo al pantano de Tous. El hallazgo de los cuerpos y el conocimiento posterior de las vejaciones a las que fueron sometidas conmocionaron profundamente a la sociedad.
En un primer momento, el tamaño del reloj en el brazo del cadáver hizo pensar al equipo que iban a desenterrar a un hombre. Sin embargo, al excavar se descubrieron otros dos cuerpos, los tres de mujeres, en avanzado estado de descomposición. Los cadáveres se hallaban envueltos en una alfombra grande y nueva, en el interior de una fosa de grandes dimensiones que había sido excavada a propósito. Los cuerpos estaban maniatados y apilados uno encima del otro, sin tocarse entre sí. Dos de ellos presentaban la cabeza separada del resto del cuerpo. A pesar del deterioro de los cadáveres y sus prendas de vestir (los colores y los tejidos eran muy difíciles de identificar), los expertos ya apuntaron que podría tratarse de las tres niñas. El juez declaró secretas las diligencias.
Objetos encontrados en el lugar y "juntados para la foto."
Además de los cuerpos, en los alrededores de la fosa se hallaron objetos de diversa índole, como un cartucho sin percutir y un videojuego. Sin embargo, la pista más relevante fueron unos trozos de papel que se encontraron junto a unos matorrales. Tras su reconstrucción, resultó ser un volante del Hospital La Fe de Valencia a nombre de un tal Enrique Anglés Martins, que había sido atendido de sífilis unos meses atrás.
Una vez desenterrados, los cadáveres fueron trasladados al cercano municipio de Llombay. Sin haber realizado las autopsias, no existía la certeza de que los cuerpos hallados fueran los de las adolescentes desaparecidas; sin embargo, todos los indicios apuntaban a que se trataba de ellas. Los familiares se reunieron en el Ayuntamiento de Alcácer cuando, a última hora de la tarde, se les comunicó la noticia. A las once de la noche acudió el presidente de la Generalidad Valenciana, para estar en contacto con las familias. Poco antes de la medianoche, los cuerpos fueron trasladados al Instituto Anatómico Forense de Valencia, donde permanecieron toda la noche antes de que se les practicase la autopsia.


La tarde del 27 de enero de 1993, tras el levantamiento de los cadáveres y siguiendo la pista del volante médico encontrado en la fosa, la guardia civil se personó en el domicilio de Enrique Anglés, en Catarroja. Enrique era el hermano de Antonio, un conocido delincuente de la zona. En el domicilio se encontraban Enrique Anglés, su hermana Kelly, el novio de esta y la madre de los Anglés, Neusa Martins. Los tres primeros fueron enviados al cuartel de Patraix y se procedió al registro de la vivienda. Durante el registro, llegaron otros hermanos de Enrique Anglés, Mauricio y Ricardo, acompañados de un amigo, Miguel Ricart alias «el Rubio». Un guardia civil reconoció a este último como el compañero de fechorías de Antonio y también fue llevado al cuartel en calidad de testigo.
Enrique Anglés presentaba discapacidad intelectual. Las investigaciones concluyeron que el volante a su nombre encontrado en la fosa por la tarde fue realmente prescrito a su hermano Antonio, un delincuente ya fichado por la policía, que había suplantado su identidad en el hospital. Enrique fue puesto en libertad esa noche y se inició la búsqueda de Antonio Anglés.
Los cuerpos de seguridad no consiguieron hallar el paradero de Antonio Anglés, que había emprendido su huida desde el primer momento. Una de las primeras pistas le situaba el viernes 29 de enero de 1993 en una peluquería de Valencia.
Miguel Ricart realizó una declaración voluntaria cerca de la medianoche del 27 de enero. Debido a las contradicciones en las que incurrió, su amistad con Antonio Anglés y el hecho de que su coche coincidía con las descripciones de los testigos, Miguel Ricart pasó a estar detenido sobre las cinco de la madrugada. Horas más tarde, antes de la medianoche del 28 de enero, Ricart realizó su primera declaración como acusado ante la guardia civil, en la que confesó su participación en los crímenes.​ Ricart, quedó en prisión preventiva.

Unas horas después de su hallazgo, los cuerpos de las menores llegaron a las dependencias del Instituto Anatómico Forense de Valencia, donde permanecieron toda la noche. Al día siguiente (28 de enero de 1993), un equipo formado por seis forenses de Valencia, encabezados por el catedrático Fernando Verdú Pascual​ realizó el estudio de los cuerpos. El proceso llevó ocho horas, entre las nueve de la mañana y las cinco de la tarde, y el informe derivado de estas autopsias fue remitido al juzgado tres meses después.

Mano de Miriam con un supuesto papel agarrado.
Inmediatamente después de las primeras autopsias y por requerimiento de las familias, el catedrático Luis Frontela realizó una segunda autopsia, más minuciosa, a los cuerpos de las adolescentes. En esta autopsia estuvieron presentes como observadores el equipo de forenses valencianos y dos guardias civiles que tomaron imágenes del procedimiento.
Frontela llevó a cabo un estudio del ADN de los pelos que se encontraban en los cadáveres y su ropa. Se hallaron quince pelos, de los cuales doce no pertenecían ni a Ricart ni a Anglés (entre ellos una cana). Los tres restantes se encontraban dañados y no se pudieron analizar. Frontela descubrió secuencias de ADN pertenecientes a entre 5 y 7 personas distintas en los pelos hallados, pero no pudo determinar el número exacto de personas que participaron en los crímenes. Frontela apuntaba a una participación de al menos dos individuos, siendo más probable la participación de tres o más.
Donde se encontro Cruz en la espalda de Desireé.
El estudio de las larvas halladas en los cuerpos, a las que Frontela solo tuvo acceso a partir de fotos y vídeos tomados durante la primera autopsia, sugirió que el tamaño de los insectos no se correspondía con el estado de putrefacción de los cadáveres. De este hecho, Frontela dedujo que las adolescentes fueron enterradas en dos lugares diferentes. Además, la ausencia de livideces (amoratamientos) de los cadáveres le llevó a pensar que los cuerpos de las niñas o bien sufrieron una fuerte hemorragia o bien estuvieron sumergidos en el agua, aunque no tuvo datos suficientes para demostrarlo.El informe derivado de las autopsias fue remitido al juzgado tres días antes del comienzo del juicio, tres años más tarde.
Miguel Ricart se autoincriminó en sus declaraciones en los días 28 y 30 de enero y 2 de marzo. Ricart explicó que, la noche del 13 de noviembre de 1992, él y Antonio Anglés recogieron en un Opel Corsa a las tres jóvenes cuando hacían autoestop. En lugar de llevarlas a la discoteca Coolor, como ellas pidieron, las llevaron a una caseta abandonada situada en el paraje montañoso del barranco de la Romana.​ Durante esa noche y la madrugada, las niñas permanecieron atadas a un poste de madera dentro de la caseta. Antonio Anglés fue desatando de una en una a las niñas para violarlas con la ayuda de Miguel Ricart, que les sujetaba las piernas para minimizar el forcejeo. El propio Ricart violó a Desirée antes de que Anglés la obligara a entrar en la caseta. 
Anglés y Ricart hicieron un receso para desplazarse a un bar del municipio vecino de Catadau con el fin de comprar unos bocadillos para la cena. ¿Recordáis los crímenes de Macstre? pues si, en este bar es donde se vio con vida por última vez a las dos niñas Pilar y Rosario.
 A la vuelta, Anglés continuó con las violaciones y las vejaciones. Cuando terminaron, volvieron a atar a las niñas e intentaron dormir. Como estas no paraban de llorar, Anglés se levantó furioso y con un palo las golpeó repetidamente para que callasen. Unas horas más tarde, las obligaron a caminar a punta de pistola y a la luz de unas velas hasta una fosa que Antonio Anglés había cavado horas antes a unos 400 metros de la caseta. Allí, Anglés asesinó a las niñas de sendos tiros en la cabeza. A continuación, envolvieron sus cadáveres en un trozo de moqueta y las enterraron.
El 29 de marzo, dos meses después de su detención, Miguel Ricart realizó una cuarta declaración ante el juez, José Miguel Bort, en la que dio un giro radical a su relato: negó su participación en los crímenes y aseguró que la Guardia Civil le había torturado para forzar su autoinculpación. Sin embargo, esta nueva versión se contradecía con la opinión del médico forense que le reconoció tras su detención, que no apreció ninguna marca ni lesión en Ricart. Hasta la celebración del juicio, Ricart realizó dos declaraciones más (el 3 de septiembre de 1993 y el 30 de septiembre de 1994) en las que mantuvo haber sido torturado.
En su declaración del 30 de septiembre de 1994 ante el juez que instruía el caso, José Miguel Bort, Miguel Ricart acusó a dos personas más de participar en el triple crimen. Se trataba de Mauricio Anglés, hermano de Antonio Anglés, y otro hombre, hasta entonces nunca mencionado, que Ricart apodó como el Nano. Esto reabrió las investigaciones en dos frentes: por un lado, la Guardia Civil debía encontrar al tal Nano; y por otro lado, la fiscalía de menores debía investigar la implicación de Mauricio (menor de edad en aquella época) en el triple crimen. Por su parte, los propietarios del bar Parador situado en Catadau, afirmaron en el juicio que la noche del crimen Ricart compró tres bocadillos, una ensalada y bebidas mientras una persona le esperaba en la calle junto al coche, cuya estatura no coincidía con la de Antonio Anglés, pero si con su hermano Mauricio. Finalmente Mauricio Anglés fue absuelto de los cargos tras no encontrarse restos biológicos suyos en el escenario del crimen.



Angles.

Las tres niñas fueron inmortalizadas en piedra, en un monumento que se encuentra en la localidad de  Alcacer. Pero para entonces Antonio Angles ya estaba muy lejos de allí...
Para el los años no han pasado, y la pregunta continua siendo la misma. ¿Esta vivo o muerto? Esa incertidumbre es sin duda la principal dificultad para que se pueda cerrar este caso y pasar la  ultima pagina. Su capacidad camaleonica, la suerte que le acompaño durante su huida, y algunos errores policiales graves continúan alimentando la leyenda del supuesto monstruo de la peluquería Angles fue hasta Villamarchante, donde se escondió cerca de la estación antigua. Hasta allí lo siguió la guardia civil, y cuando parecía que estaba rodeado  el delincuente amenazo a un hombre con una pistola y  para que lo llevara hasta Graja de Iniesta. 
En marzo de 1993, un colaborador de la policía antidroga de Portugal aseguraba haber convivido con Antonio Anglés durante dos semanas en la localidad costera de Caparica. Según este colaborador, Anglés le robó el pasaporte con la intención de tomar un barco que le llevase a Brasil (su país de nacimiento). El 15 de marzo de 1993, la tripulación del barco mercante City of Plymouth encontró a bordo a un polizón portugués que, al ser descubierto, se lanzó (o lanzaron) al mar con un chaleco salvavidas. Este chaleco fue encontrado más adelante en la bocana del puerto sin rastro del polizón. Aunque su búsqueda no cesó, desde ese momento el rastro de Antonio Anglés se perdió en el mar.​ Un solvente empresario valenciano, cuya identidad no trascendió para evitar consideraciones publicitarias, ofreció a finales de abril de 1993 cinco millones de pesetas a la persona que facilitase una pista fiable para la localización de Antonio Anglés. Esta recompensa se uniría a la ya ofrecida por el gobierno. En marzo de 1996, dos guardias civiles se desplazaron a Uruguay para buscar al cliente de una prostituta cuya descripción coincidía con la de Antonio Anglés, pero tampoco lograron dar con él.​ En la actualidad, Antonio Anglés aparece en la web de Interpol como una de las personas más buscadas del mundo.

Donde supuestamente las violaron.
 A finales de julio de 1995, el Instituto Nacional de Toxicología remitió al juez un informe de los cabellos, semen y manchas de sangre hallados en la caseta del barranco de la Romana, lugar en el que, según las declaraciones de Miguel Ricart, las tres niñas fueron violadas y torturadas. De acuerdo con el informe, los cabellos correspondían a Mauricio Anglés, los restos de sangre a Roberto Anglés y el semen a uno de los hermanos Anglés que no era ni Mauricio ni Roberto (por eliminación, era de Antonio Anglés). Por lo tanto, el informe demostraba que los Anglés conocían esa caseta y que habían estado en ella (algo que ellos nunca habían negado), pero no permitía deducir que hubieran participado en el crimen porque no se podía demostrar que estuvieran allí aquel día. Ningún resto biológico recogido en la caseta pertenecía a las niñas. En el interior del coche de Miguel Ricart, usado para raptar a las niñas, se halló un único pelo cuyo ADN también fue analizado. Resultó ser del propio Ricart.

El juicio por el triple crimen de Alcácer se llevó a cabo en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia. Comenzó el lunes 12 de mayo de 1997 y se prolongó durante 49 sesiones hasta el 30 de julio de ese mismo año. Miguel Ricart, el único procesado, estaba acusado de rapto, violación, asesinato e inhumación ilegal de tres menores. Por estos hechos, se enfrentaba a penas que oscilaban entre los 206 y los 245 años de prisión. El sumario constaba de 4144 folios repartidos en 20 tomos. Entre 1994 y 1996, fue reabierto en tres ocasiones para incluir nuevas pruebas periciales que fueron retrasando el inicio del juicio. El sumario contenía documentación que abarcaba desde el 27 de enero de 1993 (día en el que se hallaron los cadáveres de las menores) hasta el 6 de noviembre de 1996 (fecha en la que se cierra por cuarta y última vez). El viernes 9 de mayo de 1997, tres días antes del comienzo del juicio, el forense y perito de la acusación particular, Luis Frontela, remitió al tribunal un nuevo informe pericial en el que se documentaban posibles manchas de sangre, semen y otros fluidos orgánicos hallados en la alfombra que envolvía los cadáveres de las víctimas. Para hallar las manchas (que el Instituto Nacional de Toxicologí no pudo encontrar), Frontela utilizó una nueva técnica que requería unos aparatos de los que no disponía hasta unos meses antes. Una manifestación, en la que participaron unas 1500 personas en Alcácer, apoyó el aplazamiento del juicio. Sin embargo, el informe no consiguió modificar la fecha de inicio. Como consecuencia, García renunció a su abogado, retirándose así como parte de la acusación, pues consideraba que, en esas condiciones, el juicio era «una pantomima».


En la segunda sesión comenzó la vista oral a Miguel Ricart.  Los interrogatorios al acusado por parte del fiscal y de los abogados de las diferentes partes se prolongaron toda la semana, hasta el 16 de mayo. Durante la segunda semana del juicio, testificaron la madre de Antonio Anglés, Neusa Martins, seguida de sus hijos Kelly, Enrique,​ Ricardo y Mauricio, así como la ex compañera de Miguel Ricart, María Dolores Cuadrado. En la décima sesión (26 de mayo) testificaron el ex compañero de celda de  Ricart, Miguel Nicolás Cortona; la pareja que recogió a las tres niñas cuando hacían autoestop a la salida de Alcácer y el matrimonio propietario de un bar en Catadau al que solían acudir Antonio Anglés y Miguel Ricart cuando salían de acampada.
Frontela junto al padre de Miriam.
El catedrático Luis Frontela, responsable de la segunda autopsia, argumentó que los forenses valencianos procedieron de forma incorrecta en la primera autopsia y les acusó de haber provocado una pérdida de pruebas que podrían haber sido clave en la identificación de todos los posibles asesinos. Los forenses valencianos, por su parte, rechazaron las conclusiones de Luis Frontela que diferían con su versión. No consideraron fiable el estudio de las larvas, primero porque la fauna cadavérica era escasa y, segundo, porque Frontela pudo haber recogido muestras de larvas durante su autopsia, en lugar de haber hecho el estudio a partir de imágenes. Explicaron que un doble enterramiento de los cuerpos deja huellas muy reconocibles. Con respecto a la ausencia de livideces, los forenses valencianos aseguraron que los cadáveres presentaban un avanzado estado de putrefacción y que no era posible llegar a las conclusiones de Frontela. Al respecto, el portavoz de los forenses concluyó: «una autopsia significa "yo veo" y eso está reñido con el "yo imagino"».
Ricart en 2013.
El viernes 5 de septiembre de 1997, 36 días después de la conclusión del juicio, se dictó la sentencia por el triple crimen de Alcácer. Miguel Ricart fue condenado a 170 años de prisión por rapto, violación y asesinato con los agravantes de despoblado y ensañamiento. También se le impusieron las costas del juicio y una indemnización de 300 millones de pesetas para las familias de las víctimas. El 29 de noviembre de 2013, con 44 años y veintiuno de ellos entre rejas, el único condenado por los crímenes de Alcàsser abandonó la cárcel de Herrera de La Mancha.
Esta es la versión oficial de este caso, pero seguro todos habeis oído la alternativa, no voy a contarla por que se haría muy largo, por eso lo hare en la próxima entrega.
Mientras Anglés no sea hallado muerto se le seguirá buscando. De hecho, la magistrada de Alzira fijó la fecha de 14 de diciembre de 2009 como la de referencia para iniciar el cómputo del plazo para la prescripción de los delitos por los que se le busca. Entonces no será hasta el año 2029 cuando Antonio Anglés, que para entonces contaría con 63 años, cuando el fugado sería inimputable por las violaciones y asesinatos.Como sabéis esta es la versión oficial, este caso cuenta con una versión alternativa que os contare en el siguiente vídeo:  
El padre coraje Fernando García, fue el ideólogo de la teoría de la conspiración junto al criminólogo Juan Ignacio Blanco (con la  ayuda del programa 'el Mississipipi'). Dice  que cuando se hizo con el sumario del crimen (robándoselo a un abogado) comprobó que todo aquello (la teoría alternativa) no había sido “una fantasía o una iluminación” suya. El sumario demostraba —según él— que a su hija "no la habían matado los mindundis esos [Anglés y Ricart]". “A Anglés no le han cogido porque no han querido; cogen a quien quieren”, dijo en su día la madre de una de las víctimas. El primer día del juicio, centenares de personas se manifestaron para pedir la suspensión por falta de pruebas.


Dentro de la verdad siempre hay alguna mentira.
La versión de  la hermana de Angles cambio años después, diciendo que Angles salto usando unas sábanas atadas, que ella lo vio y estaba despierta en el momento de los hechos.  En su día declaro que estaba durmiendo y no había visto nada.
El comandante de la guardia civil que detuvo a Miguel Ricart, hoy retirado, también declaro 25 años después que Angles no estaba en su vivienda en el momento del registro y que la única prueba fehaciente que se tiene es la de que estuvo en Minglanilla y abandono la furgoneta robada en Graja de Hiniesta.

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